domingo, 3 de enero de 2010

El espejo del Diablo

Dicen que en un antiguo y lejano pueblo de la sierra de Puebla, un joven caminaba por la noche con un cargamento de espejos que debía entregar en una región cercana. Sin embargo, el cansancio y el frío lo hicieron detenerse en su camino, donde encontró a un hombre viejo, quien lo invitó a sentarse junto a él en la fogata y beber un poco de aguardiente, que mitigaría su malestar y le harían recuperar las fuerzas.


Platicaron largas horas, y durante todo el tiempo, el viejo no quitaba de encima los ojos de aquellos espejos, donde él decía, vivía el diablo. La tristeza comenzaba a notarse en la mirada del hombre y el aguardiente se consumía cada vez más rápido en su interior.


El viejo le contó al vendedor de espejos, que un día, cuando se realizaban los festejos d San Miguel Arcángel, él y su mujer decidieron asistir a la celebración, sin saber que el diablo los seguía y ese día regresaría con ellos a casa.


Todo el día fue de fiesta y baile, y al regresar, por el pueblo pasaron por diversas tiendas, en las que Matilde, la esposa del viejo, vio un enorme y hermoso espejo, el cual de inmediato el hombre compró para complacer a su mujer.


El viejo notó desde el primer día, que Matilde pasaba largo tiempo frente al espejo, observando su rostro con una mirada muy especial, lo cual al hombre no le gustó. Sin embargo, la fascinación de Matilde por el espejo comenzó a aumentar, hasta que pasaba horas frente a él, peinándose y colocándose listones de colores en el cuerpo, lo cual el viejo decía era únicamente para complacer al diablo, a quien estaba seguro, su mujer le coqueteaba descaradamente.


El enojo del viejo llegó a su límite cuando observaba que mientras él y su mujer estaban en la cama, ella buscaba mirar el espejo mientras sonreía, lo cual indicaba que ella era abiertamente la amante del diablo. Así pasaron días, hasta que una noche al regresar del trabajo, el viejo descubrió a Matilde desnuda frente al espejo, acariciándolo y con una mirada llena de fuego.


La ira del viejo se desató. Tomó a Matilde del cabello y la mató en ese mismo momento, al igual que destrozó el espejo en pedazos, terminando con la tentación del diablo.


A su mujer la enterró en una cañada y volvió al pueblo diciendo que ella lo había abandonado por otro hombre y pasó siete largos años de mala suerte, los mismos que se pagan al enfrentarse el diablo en el espejo y no volvió a conocer a ninguna mujer que lo deslumbrara como lo hacia Matilde.


El joven vendedor de espejos estaba absorto en sus pensamientos mientras miraba la fogata, y al sacudirse de aquella extraña sensación, se percató que se hallaba completamente solo, en medio de una cañada, donde no había ni una casa ni un alma. Acostado sobre la tierra, contemplaba a su lado, un espejo roto donde la figura de una mujer se miraba y sonreía.

FUENTE: conectionpuebla

 
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